Cuando se habla de formación
valoral, aunque se acepta que la familia es quizás el espacio privilegiado para
lograrlo -lo que se asocia con el derecho de los padres de formar valoralmente
a sus hijos- prácticamente todos los planteamientos hacen referencia a la
escuela y a otros niveles educativos formales. Una de las razones para esto es,
desde luego, el carácter masivo de la escuela y su potencial impacto societal.
Pero otra, sin duda de primordial importancia, se encuentra en el hecho de que,
por lo que nos dice la investigación al respecto, los valores se desarrollan en
los individuos en forma automática. Requieren de un proceso educativo
intencionado y sistemático. Un proceso de esta naturaleza es necesario tanto
para el logro del desarrollo cognoscitivo -que parece ser un prerequisito para
que el sujeto llegue a la definición de principios morales- como del propio
desarrollo de los principios morales del sujeto. El desarrollo valoral, por
tanto, no es algo que ocurra en su plenitud como fruto natural del proceso
evolutivo del ser humano. Hay que perseguirlo explícita y sistemáticamente.
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